He escuchado tantas coas en estas ùltimas semanas que he tomado la decision de desintoxicarme de voces noticiosas, opinologos,especialistas y otros personajes, y busque la voz de un maestro, un observador por casi 40 años de esta enorme realidad llamada LATINO AMERICA.
Y decidi escuchar un poema urbano, en ritmo de celebracion, una fiesta de esperanza, que nos hace recordar que a pesar de los esfuerzos de otros por hacernos retroceder en esta "ruta de locura y ambicion" podemos continuar.
Unanse al canto del maestro Blades y digamos con el SIGO PA´LANTE
Estoy tan lejos de lo que quiero ser
Pero me alegra de poder comprender
Los contratiempos de mi camino
Sigo palante por mi tierra y mis hijos
Estoy tan lejos mas no vencido
Tengo ideales, también amigos
Tengo recuerdos que han hecho historia
Lo sabe mi alma y mi memoria.
Mis abuelos criaron a mis padres
Pasando todo tipo de necesidad
Ay pero nunca jamás
dieron un paso atrás
Y tejieron banderas con las fibras
Mas bellas y rasantes de la dignidad
Raza, orgullo y esperanza
Sin rendirse jamás.
Estoy tan lejos de lo que quiero ser
Pero me alegra en Quien Creer
Tengo mi pueblo, mi pueblolatino
Sigo palante por mi tierra y mis hijos
ALTO REFUGIO
Quiero compartir con amigos y otros mis ideas y perspectivas de asuntos que me inetersan y que creo puedan interesar a otros
sábado, 11 de junio de 2011
martes, 7 de junio de 2011
¿EL FIN DEL FUJIMORISMO? - Gustavo Gorriti
Una frase de un politólogo de Harvard, Steve Levitsky, resumió para muchos peruanos los términos de la contienda electoral resuelta ayer: "Sobre Ollanta Humala hay dudas; sobre Keiko Fujimori hay pruebas".
Esa fórmula y sus variaciones definieron el tono, el volumen y la aspereza de la campaña. El carácter de la elección como competencia de aversiones fue tan marcado que hasta el propio Humala utilizó como argumento esa triste ventaja comparativa del riesgo frente a la certeza.
Ahora, mientras se asienta la polvareda de la batalla electoral, anoto algunas consecuencias poco aparentes de su resultado. Lo primero es que, pese a lo cerrado de las cifras, la derrota del fujimorismo deja a ese movimiento a la deriva de un futuro incierto. Lo segundo es que, en la poderosa coalición que buscó aplastar a Ollanta Humala, formada por los grandes bloques empresariales y sus gremios, el cardenal del Opus, los principales grupos de medios de comunicación y el expresidente Alan García, es este último el gran derrotado.
Para el fujimorismo, el objetivo necesario era el poder o, por lo menos, la posibilidad de integrar una coalición de fuerzas (como lo logró con Alan García) que le permitiera hacerle cómoda y funcional la reclusión a su sentenciado sogún, con la perspectiva de lograr su pronta libertad.
Cada paso y cada accidente (desde el sorpresivo viaje de Alberto Fujimori de Japón a Chile en 2005) fue para ellos parte del camino de reconquista del poder. Impedido su caudillo para postularse a la presidencia, él mismo designó a su hija Keiko como representante. Fue una versión dinástica de la candidatura peronista de Héctor Cámpora en la Argentina de los setenta. ¿Recuerdan? "Cámpora al Gobierno, Perón al poder". Aquí, la fórmula fracasó.
Si Keiko Fujimori hubiera triunfado, ¿se habría resignado a ser la Cámpora de su padre? Ya no lo sabremos. Ella es inteligente y tiene carácter, pero es una hija disciplinada que sabe que el caudillo no es ella, sino su padre. Lo más probable es que, con los ajustes del caso, se hubiera establecido al comienzo una relación parecida a la de Dmitri Medvédev con Vladímir Putin. El guión de lo que hubiera pasado después se lo dejo a un Hitchcock hipotético. Padre e hija perdieron ese objetivo y también la cómoda coalición tácita con Alan García.
La amenaza planteada por la posible victoria de Keiko llevó de hecho a una coalición, sobre una plataforma de defensa de la democracia, entre el expresidente Alejandro Toledo y Ollanta Humala. Ambas bancadas parlamentarias hacen mayoría y pueden permitir a Humala gobernar con una cierta tranquilidad.
Alan García jugó un partido complejo para impedir que llegara al poder aquel candidato que él sintiera peligroso por las posibles investigaciones en casos de corrupción. Lo logró en el caso de Toledo y todo parecía indicar que, con un candidato con tan pocos anticuerpos como Humala, coronaría exitosamente la faena. Ahora, sin embargo, junto con su reputación de táctico prodigioso de la maniobra política, García ha perdido la soga y la cabra. Lo que no ha perdido es peso.
Gustavo Gorriti es periodista.
Esa fórmula y sus variaciones definieron el tono, el volumen y la aspereza de la campaña. El carácter de la elección como competencia de aversiones fue tan marcado que hasta el propio Humala utilizó como argumento esa triste ventaja comparativa del riesgo frente a la certeza.
Ahora, mientras se asienta la polvareda de la batalla electoral, anoto algunas consecuencias poco aparentes de su resultado. Lo primero es que, pese a lo cerrado de las cifras, la derrota del fujimorismo deja a ese movimiento a la deriva de un futuro incierto. Lo segundo es que, en la poderosa coalición que buscó aplastar a Ollanta Humala, formada por los grandes bloques empresariales y sus gremios, el cardenal del Opus, los principales grupos de medios de comunicación y el expresidente Alan García, es este último el gran derrotado.
Para el fujimorismo, el objetivo necesario era el poder o, por lo menos, la posibilidad de integrar una coalición de fuerzas (como lo logró con Alan García) que le permitiera hacerle cómoda y funcional la reclusión a su sentenciado sogún, con la perspectiva de lograr su pronta libertad.
Cada paso y cada accidente (desde el sorpresivo viaje de Alberto Fujimori de Japón a Chile en 2005) fue para ellos parte del camino de reconquista del poder. Impedido su caudillo para postularse a la presidencia, él mismo designó a su hija Keiko como representante. Fue una versión dinástica de la candidatura peronista de Héctor Cámpora en la Argentina de los setenta. ¿Recuerdan? "Cámpora al Gobierno, Perón al poder". Aquí, la fórmula fracasó.
Si Keiko Fujimori hubiera triunfado, ¿se habría resignado a ser la Cámpora de su padre? Ya no lo sabremos. Ella es inteligente y tiene carácter, pero es una hija disciplinada que sabe que el caudillo no es ella, sino su padre. Lo más probable es que, con los ajustes del caso, se hubiera establecido al comienzo una relación parecida a la de Dmitri Medvédev con Vladímir Putin. El guión de lo que hubiera pasado después se lo dejo a un Hitchcock hipotético. Padre e hija perdieron ese objetivo y también la cómoda coalición tácita con Alan García.
La amenaza planteada por la posible victoria de Keiko llevó de hecho a una coalición, sobre una plataforma de defensa de la democracia, entre el expresidente Alejandro Toledo y Ollanta Humala. Ambas bancadas parlamentarias hacen mayoría y pueden permitir a Humala gobernar con una cierta tranquilidad.
Alan García jugó un partido complejo para impedir que llegara al poder aquel candidato que él sintiera peligroso por las posibles investigaciones en casos de corrupción. Lo logró en el caso de Toledo y todo parecía indicar que, con un candidato con tan pocos anticuerpos como Humala, coronaría exitosamente la faena. Ahora, sin embargo, junto con su reputación de táctico prodigioso de la maniobra política, García ha perdido la soga y la cabra. Lo que no ha perdido es peso.
Gustavo Gorriti es periodista.
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